José María Grima, tras completar sus estudios de Ingeniería Técnica Industrial en la rama de electrónica y realizar el curso puente a Ingeniería Industrial, comenzó a trabajar como profesor en la Escuela de Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Posteriormente, fue nombrado director del Laboratorio de Calibración de la Universidad, donde trabajó durante 17 años. Tras dejar su cargo, dos meses después, la universidad decidió cerrar el laboratorio. Actualmente, ha encontrado la estabilidad en su carrera como docente de instrumentación.
Aunque inicialmente pensaba dedicarse a la profesión libre, decidió quedarse en su puesto como profesor debido a la estabilidad que ofrecía. Se colegió, nos explica “al terminar los estudios de Ingeniería Técnica, ya que me facilitaba poder acceder a documentación y recursos que necesitaba. A pesar de ello, sigo colegiado por los beneficios que ofrece, como los cursos de formación”.
Grima nos cuenta que tiene sentimientos encontrados sobre su tiempo en el Laboratorio, “dediqué muchas horas y esfuerzo, pero también aprendí y gané mucha experiencia que ahora transmito a mis alumnos. Estoy muy orgulloso, ya que algunos de mis antiguos alumnos trabajan en Alemania gracias a la experiencia adquirida en el laboratorio”.
Su trabajo nos explica, “consistía en verificar con equipos de alta precisión como, por ejemplo, un termómetro o una balanza, funcionan según las especificaciones del fabricante, es decir, que el error de estos instrumentos no supere el margen permitido. Esto se hace comparando lo que se aplica al instrumento con lo que mide. Si el error es mayor al permitido, se documenta. La calibración es crucial, incluso para equipos nuevos. Es fundamental asegurar su correcto funcionamiento”.
En aquel entonces, en Valencia, no había laboratorios de calibración hasta que surgió la necesidad con la Central Nuclear de Cofrentes. La Universidad Politécnica de Valencia, bajo la dirección de José María Andrés Teruel, creó el primer laboratorio de calibración para verificar y calibrar los equipos que se utilizaban en estas instalaciones, especialmente en el área eléctrica.
“La precisión en la medición de diversos instrumentos, desde contadores de gas y electricidad hasta equipos de aviación, es vital. La vida de las personas puede depender de estas mediciones, como es el caso de los frenos de un coche o la velocidad de un avión. También la temperatura es especialmente relevante en la industria, como, por ejemplo, en el proceso de maduración del queso o en la aviación, donde la presión es crucial para la seguridad de las personas. Es algo que no vemos, pero es fundamental”, resalta el colegiado.
“En los laboratorios no existe un único dispositivo que pueda medir todas las propiedades de un material, se utilizan diversos equipos. Nosotros medíamos balanzas, pesas, y termómetros normalmente. Incluso calibramos hornos de cocción y ahumado, donde la temperatura debía ser precisa. Ahora sé que existen laboratorios para calibrar incluso palas de pádel. Pero no todo se calibra”, comenta de forma risueña Grima.
“La calibración sobre todo es fundamental en el sector industrial, donde la exactitud es esencial para asegurar la uniformidad en la fabricación de un producto y garantizar su calidad”. Los equipos más precisos, destaca el colegiado, “son los osciladores de cesio, que se utilizan para medir el tiempo con una exactitud extremadamente alta, fundamentales para la calibración de relojes y otros dispositivos de medición de tiempo. De hecho, los relojes actuales son mucho más exactos que los de hace décadas”.